Tiempo estimado de lectura 10 minutos. (Vale la pena, ve cuela un café)
Mi ansiedad es real. Pero yo no sabía que se llamaba así. Cada vez que ésta me visitaba se ponía un nombre diferente: miedo, inseguridad, baja autoestima, comer por aburrimiento, miedo de accionar, a tomar decisiones (sobre todo financieras y de pareja), de hablar o dar mis opiniones, miedo a la confrontación –no quiero pleito con nadie–, al rechazo de mis opiniones o de mi persona, negarme a salir a juntarme con mis amigas, miedo de conocer a nuevas personas, de crear lazos fuertes de cariño con mis allegados (a pesar de que los quería tener). Sudoración en el cuerpo entero cuando tengo que hablar en público (con dos pancakes de sudor en las axilas, como le dicen mis estudiantes jajaja). Insomnio porque mi cerebro sigue procesando a millón el día que pasó y el que viene mañana. Palpitaciones –literalmente sentir que el corazón me da un brinco– y falta de aire en los pulmones, como si tuviera un block de ocho parqueado en el pecho, en lo que me cambio para salir a un cumpleaños con mi hija o a juntarme con mis amigas.
¿Yo siento todo eso? ¡Sí, yo! Que me expreso tan elocuentemente, que comparto con amigos y familiares, que ando con mi cabello rizo y mis canas al aire gústele a quien le guste, que con tanto desparpajo me río a carcajadas y poco me preocupa el que dirán. Yo, que siempre estoy para dar un consejo, que vivo de hablar y compartir con personas porque soy profesora, emprendedora y escritora. Yo que dejé un trabajo con la ‘seguridad’ del sueldo fijo para abrir mis negocios.
Estoy segura de que si estás leyendo y me conoces a modo personal tienes que estar pensando, ¡Carmen Gilda pero tú eres como loca! Tú eres una valiente, no es todo el mundo que hace lo que has hecho, veo que te expresas tan bien, das charlas, vas a la radio, tienes tu propio negocio. He compartido contigo y eres una mujer segura de ti misma. Sí, pero no.
Todo eso que he logrado ha sido caminando a través de una neblina de adrenalina, palpitaciones en el pecho, parálisis mental intermitente (mi cerebro negado a generar nada) o pensamientos dando vueltas en mi cabeza a un millón de kilómetros por hora. Ha sido a través de dudar de mis capacidades y volviendo cosas simples en cosas complicadas. Ha sido a través de días de creatividad intensa, como la verdadera maniática del trabajo que soy (sabías que ser un workaholic es una forma de auto-lesionarse socialmente aceptada? Ya lo sabeeee, ¡pero después hablamos de eso!) Seguidos de días sin un ápice de energía, muerta de sueño y cansancio –sobre todo los días después de actividades sociales. Todo lo que he logrado ha sido a través de esta neblina, y algunos días claros.
Mis logros han estado empañados por el cristal de la duda, "¿quién va a venir? ¿qué tengo yo que ofrecer? ¿por qué van a elegir mis servicios cuando hay 80mil gente más ofreciendo lo mismo? Esto o aquello pudo quedar mejor…" y así. Ha sido a través de decirme miles de veces: Todo está bien y todo va a estar bien, porque solo tú puedes hacerlo como eres Tú, de manera genuina y siempre con amor.
Pero la palabra seguía dando vueltas en mi cabeza: me da miedo… Miedo de… ¿¿¿Miedo??? ¿Qué? ¿Pero por qué miedo? Si yo sé, sin la menor duda, que para muchas cosas he sido una valiente. Si yo sé que todo está y seguirá estando bien. Si yo sé que no tengo ni más ni menos problemas que las demás personas. Si yo sé que en muchos sentidos mi vida es una dicha completa, mi hija tiene salud, mi familia me ama, tengo amigos que me quieren, colegas que me valoran, estudiantes que me admiran. Este Miedo Eterno no tenía ningún sentido. Una mujer fuertísima, que no la asusta ni una cucaracha ni un ratón… ¿pero sí me asusta una idea que yo me imaginé de “lo que será”? Rayosssss
De hecho, por fuerte y por “arretá” es que he hecho todo lo que he hecho a pesar de las señales loquísimas de peligro que mi cuerpo me genera con unos disparos intensos de adrenalina. Mi vida es como montarme en una montaña rusa: yo me estoy muriendo del miedo, pero le doy para allá con todo porque al final todo va a estar bien. Leí por ahí que la cura del miedo es la acción y en cierto modo esto me ha funcionado porque no me he paralizado, pero los síntomas físicos y mentales me acompañan todos los días, dificultan mi camino y le bajan el volumen a la felicidad y al disfrute.
No tenía lógica para mi, por qué me siento así. Finalmente, luego de años de estudio de psicología, terapia familiar, neuropsicología, el asunto está claro: su nombre, no es miedo, es ansiedad. La ansiedad es como un shapeshifter que me acompaña todos los días y cambia de forma de acuerdo a la situación, pero al final del día es lo que es: un cerebro enviando señales de alto peligro en situaciones que no lo ameritan. (Shapeshifter: personaje que cambia de forma a su antojo, como la increíble Mystique de los X-men… comic geek por aquí jajaja.)
Es como si mi cerebro sacara un millón de señales de PARE gingantescas, rojas brillantes, parpadeantes, cuando tengo que decidir qué ponerme para salir. Como decía mi abuela Gilda ¡Qué joder más puro! ¿Tanto estrés para elegir una ropa? Así era. Nota: lo de la ropa lo resolví tipo Steve Jobs, repito las mismas blusas y pantalones para trabajar y para salir, como un uniforme jajaja. Nota 2: tener un buen sentido del humor y saber reírse de uno mismo, ¡SIEMPRE ayuda!
Me acuerdo como si fuera hoy, el día que estaba leyendo sobre trastornos del desarrollo neurológico (los nerdos como yo leemos cosas así porque queremos, sí) y entre los síntomas del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad TDAH me encuentro con la ansiedad y depresión leve a moderada, y digo, Oh pal carajo!! (frase predilecta mía jajaja) cuando leo lo de la ansiedad era como si yo me hubiera descrito a mi misma en forma de síntomas en una lista. Los de TDAH también me son familiares, pero vamos a abordar un tema a la vez, ¡por favor!
Como psicóloga puedo explicar el origen de esta ansiedad en las teorías del apego de John Bowlby y Mary Ainsworth. Puedo decir que algo causó que mi cerebro se desarrollara durante mi infancia a nivel neurológico de una manera que me hizo propensa a la ansiedad. Incluso pueden existir factores genéticos heredados a través de generaciones en mi familia, pero eso es historia patria y no tengo idea si la ansiedad es algo que se da en mi familia.
Sin embargo, aunque comprender su origen me aclara muchas cosas, no me quita la ansiedad en el aquí y en el ahora. Para eso, tengo que fajarme yo a cuidar de mi salud y ocuparme de practicar el arte del auto-cuidado (tema que exploraré más adelante en otro blog).
Algo importante que debo aclarar es el hecho de que aunque mi cerebro se comporte como un anormalaso disparando señales para producir adrenalina cuando no es necesario, no quiere decir que yo no pueda tener una vida feliz y plena. Pero solo lo puedo lograr si YO me encargo de que así sea, a pesar de cómo mi cuerpo se comporte biológicamente. No quiere decir que mi mente no pueda ser una mente sana, creativa y segura de sí misma.
En estos últimos años he hecho un esfuerzo concreto por rodearme de personas que me motiven intelectualmente, que me hagan sentir querida, que me den momentos agradables y de risas. Busco razones para juntarme con estas personas, porque aunque me da ansiedad salir, sé que al final lo disfrutaré y me hará bien. De igual manera evito lugares y personas que sean ‘mala onda’ o cargados negativamente, y si estoy en un sitio y no me siento bien, me voy. He usado herramientas como el mindfulness, que es lo que más me ha ayudado. Hice un taller de mindfulness para el manejo de la ansiedad con mi amiga querida y colega Glennys de la Cruz, que me brindó muchísima luz y herramientas.
Mi querida “ex” cuñada, Vielka Almánzar, que es tremenda psicóloga, me recomendó tomar un suplemento para la fatiga adrenal (causada por la liberación excesiva de adrenalina en nuestro cuerpo) llamado raíz de ashwagandha. Además, tomo glicinato de magnesio que me ayuda a mantenerme más relajada y a dormir mejor. Espero que algún día ella venga al país a dar neurofeedback que es recomendado para la ansiedad también.
Y si acaso todo esto no llega a ser suficiente, estoy dispuesta a tomar medicamentos farmacéuticos. No niego que me dan miedo los efectos secundarios –por supuesto, ¿verdad?, pero entiendo que un proceso combinado de farmacéuticos y terapia, bien llevado, puede ser de gran ayuda. Cruzaré ese puente de ser necesario. Lo importante es buscar la manera de sentirnos mejor, puede ser suplementos, medicamentos y terapia, neurofeedback, acupuntura, remedios naturales, lo que TÚ sientas que te ayuda.
Si te sientes identificada(o) con mi situación, o si entiendes que quizás tu salud mental no es la mejor, no seas como yo, ¡¡no tengas vergüenza!! No es tu culpa que te sientas mal. No esperes años y más años para buscar ayuda. Busca información, oriéntate, y no pases por esto sola o solo. Si no tienes nadie en quien confiar, busca un terapeuta. ¡¡Busca ayuda!! Habla, no hagas como yo, que me lo cargué y me lo guardé como una gran vergüenza toda mi vida. Yo tengo toda mi vida sintiéndome así. Esto marcó mis estudios primarios, secundarios, universitarios, mis relaciones familiares y amistades, marcó TODO ámbito en mi vida.
Hay que hablar de estos temas. Como educadora y psicóloga siento que esto es una responsabilidad que debo atender. ¡La salud mental tiene que dejar de ser un tabú! Si yo hubiera hablado de todo esto antes, o si fuera un tema que se hablara normalmente, sin estigma, a lo mejor hace rato que yo hubiera identificado que era eso lo que yo tenía y otro fuera el cuento. Pero nos han programado socialmente para la culpa, y yo de verdad pensaba que la forma en que mi cuerpo reaccionaba era mi culpa. Pero... la culpa será tema para otro día.
De verdad espero que compartir mi experiencia personal, lo cual ha requerido de mucha valentía de mi parte, sea ejemplo para otras personas de que todos tenemos nuestros ‘macos’ como decimos en buen dominicano, hasta el que mejor se ve desde afuera.
El alivio que siento hoy en día, se debe a que ya sé qué es lo que me pasa, ya sé que no soy la miedosa más grande del planeta, me quité esa culpa, me empoderé de mi salud mental y ahora estoy fajada ocupándome de cuidarme. Escribir estas líneas es parte del proceso.
El aprendizaje más contundente que me llevo de todo esto es que hay cosas en la vida que no se negocian:
- Hacer las cosas que te llenen, en lo personal y lo profesional.
- Rodearte de gente que te sume y limitar a los que no –así sean tu familia.
- Crear y buscar ambientes para vivir y trabajar que sean conducentes a una vida sana a nivel emocional, físico y mental.
- Darte amor y cuidados con mucha responsabilidad todos los días. Por ejemplo: saber decir que no cuando es necesario, darte el espacio para detenerte y respirar cuando lo necesites.
Y si aún no has llegado a tener todo esto, ¡lánzate a conseguirlo! Busca quién te ayude, no tienes que hacerlo sola o solo. Respeta siempre amorosamente tus procesos y tus tiempos, no te presiones por llegar y procura darte la satisfacción de que cada día hiciste algo, por pequeño que sea, por tu bien y por tu salud.
Ahora yo quiero saber. ¿te atreverías a buscar ayuda para tu salud mental? Te leo en los comentarios